martes, 1 de enero de 2013

Dos mil.Capítulo trece. Página primera.

 Hora oficial de salida del sol: nueve menos ocho minutos de la mañana.
 Hora de mi amanecer personal: cuatro y tres minutos de la tarde.

 Ayer, día treinta y uno de Diciembre del año dos mil doce, fue el último día de ese año. (¿Quién no lo sabía? ¿Tú? ¡¿En qué mundo vives?!)
 Fue una noche realmente movidita y hoy el cuerpo se resentía. Un dolor recorre todo mi cuerpo, me siento como mi abuela. Realmente no tengo ganas de levantarme de ese gran paraíso en el que se había convertido mi cama. Blandita... suave... Solo me faltaba ronronear cual gatito entre los brazos de su dueño.

 Día realmente inexistente para la mayoría de la especie humana. Levantarse obligado, comer obligado, "ver la tele" obligado e irse a la cama voluntariamente a las diez de la noche.
 Todos hemos sentido esas miradas entre sorpresa y preocupación de nuestros padres por ir a la cama tan temprano.


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